Mi cerebro sedado
casi como mi cuerpo
que perdura estancado
en algún campo, ebrio
con escarcha, helado
duerme en el cementerio.
Para ver a dos ojos
algunas veces despierto
y recibo sin despojo
el calor, y me convierto
en un mar fuerte y rojo
en el medio de un desierto.
De tus ojos yo bebo
su gran latir palpitante
me da un efecto placebo
que me obliga a que aguante
y yo los miro y bebo
de ese veneno errante.
Te vas y me duermo
de nuevo en el cieno
y mi cuerpo enfermo
en un sueño pleno
que grita tu nombre
pide tu veneno.
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